Te he echado tanto de menos
que me echo de menos a mí.
¿Dónde he estado todo este tiempo
en que he ido detrás de tu recuerdo,
en que me he ido
y no he vuelto
o no he sabido
cómo demonios volver a mí?
He estado tan cegada en tu sombra
que he alumbrado de bruma mi luz,
tan obstinada en la memoria
que ya no veo en el reflejo de mis ojos
más que la cruz
en la que yo te convertí.
Añoro una sonrisa
sin tu nombre subtitulado debajo
y mis ojeras de una noche entre libros
y no de pasarla hablándoles de ti a mi gato
y a mi almohada húmeda.
Echo de menos
mi mano escribiendo versos
de amor propio y de flores que brotan
y en cambio todos empiezan con tu inicial,
y las demás letras se diluyen y se esfuman,
disléxicas,
hasta que tu nombre se vuelve a recitar
como el del subtítulo bajo mis labios,
ese que se transcribe
cada vez que asoma una sonrisa,
esa que asoma
cada vez que veo en mis ojos la cruz,
esa que veo
cada vez que me quedo ciega en tu sombra,
esa que ciega el camino de vuelta
a mí misma.
Me pierdo.
Y es que te he echado tanto de menos
que ahora echo de menos todo de mí.
Blanca PeGarri