jueves, 21 de marzo de 2024

Tengo un poema en el ojo

Hoy es el día mundial de la poesía. Una escribe siempre, hasta cuando no tiene dónde hacerlo, porque siempre hay algo sobre lo que escribir. Hoy más.

¿Un poeta siente porque escribe o escribe porque siente? Un poeta mira la lluvia cuando no hay nubes y encuentra la luz porque siempre sale del pecho en tinta y a borbotones. Es la emoción la que vertebra al poeta y las vértebras de sus letras las que se resquebrajan cuando se ponen intensas. El poeta sale y vive hacia dentro, el poeta se encierra y lo arroja todo hacia fuera. 

El poeta no da explicaciones: el poeta vomita palabras con las yemas de los dedos, que rebuscan y arrancan hasta las que se han quedado más enredadas entre las raíces del pecho. Y le sobran los motivos.

¿Qué es ser poeta sino ver la vida con la necesidad imperiosa de (d)escribir su dureza y su belleza? ¿Acaso no es un poeta un esclavo de la libertad de sus emociones? Me despierto con la convicción de cómo voy a empezar el día y con la certeza de no saber cómo terminará. Es la maldición y la suerte de este terrorismo emocional, de una niña que se permite pensar y le da un motivo al sentir. Ya me he pasado a la primera persona, ¿ves? Una no puede escribir desde fuera. Siempre sale de dentro.

A veces son poemas tristes. Muchos últimamente. Y los saco y la tristeza no es menos tristeza, pero se me antoja más liviana. Otras, últimamente menos, me sale la fuerza de las entrañas y ay, cómo palpita entonces. Se me estremecen la nuca y la punta de los dedos y un latigazo de electricidad me recorre la médula.

Anoche podría haber escrito otra vez sobre ti. O esta mañana. Pero las horas no pasan en balde y ahora quiero pegar zancadas de gigante y gritar. Me acuerdo de la ferocidad que antes me aplastaba. Ahora corro entre lobos.


Podría decir que duele

todavía

en las manos, en las puntas de los dedos, en el pecho, en el estómago.

Pero no tanto

ya

en mis palmas, en mis yemas, en mi corazón, en mi vientre.

Ya no tanto -como antes.

-nunca nada es como antes.


Pero la tarde ha caído y desde las siete de la mañana puedo sentir muchas cosas, todo ha cambiado. Nunca exploto de tanto amasijo porque las escribo en mis notas mentales de vuelta a casa:


Camino por la acera

con esos andares míos de conquistar las calles

pisando elegantemente fuerte

con un grito en los ojos que desgarra

porque me sé siete veces inmortal

y me escapo con los otros gatos 

ante la mirada recelosa de los ateos de alma.


Cuántas veces se habrán tragado los incrédulos eso de que la muerte era definitiva.

Cuántas palabras tragadas al ver mi cuerpo gatuno erguirse en fortaleza.

Cuántos tragos amargos serán capaces de soportar

antes de admitir que la victoria ya estaba ganada desde el principio 

-desde dentro.


Esta noche no sé si al poeta le tocará sentir la primavera del corazón revolucionario o mirar las gotas caer por el cristal escuchando la canción que ya nunca escucha porque le recuerda a tiempos más felices. Se le meterá un poema en el ojo, eso seguro.



Blanca PeGarri