sábado, 30 de junio de 2012

La moto

Sentir el viento en tu cuerpo, la velocidad y la adrenalina. Ese sentimiento de libertad y de peligro, vivir al límite, sin freno ni marcha atrás, tumbando en cada curva, adelantando en el último momento, zigzagueando como si fueras dueño de la carretera. Saber que cualquier momento puede ser el preciso, poner los cinco sentidos, volar.

Y aún así, sentirte más seguro que nadie.







Blanca PeGarri

miércoles, 13 de junio de 2012

maestros, profesores y profesores de pacotilla

La enseñanza es una vocación para algunas personas. Personas que estudian para ser expertos de la enseñanza, para en un futuro ser verdaderos maestros, saber ENSEÑAR a otras personas, para hacer que otros aprendan y se desarrollen, para que crezcan intelectualmente y como personas, para que tengan aspiraciones, sueños, y creen sus propias metas, para que en un futuro quieran convertirse en médicos, abogados, veterinarios o maestros, para que se labren un futuro, para formar la base de su futuro. A este tipo de personas les llenan los logros de sus alumnos y les duelen sus fracasos, pero cuando esto sucede están ahí para que estos fracasos se conviertan en victorias, les importa su evolución y su aprendizaje, sus problemas, su capacidad y su integración. Les importan las personas.

Hay otros a los que también les llena enseñar. Estas personas se convirtieron en expertos de algunas materias, hay economistas, matemáticos, enfermeros, arquitectos o diseñadores, y después de haber conseguido esto se dan cuenta que hay otras personas con sus mismas metas e inquietudes y quieren hacer lo posible por ayudarles, por compartir su sabiduría en la materia y su experiencia con ellos. Para ello se preparan y aprenden cómo enseñar, con los años y con ganas poco a poco se van convirtiendo en auténticos profesores, preocupados por sus alumnos, por su aprendizaje y por su futuro, colaborando y deseando que se conviertan en futuros economistas, matemáticos, enfermeros, arquitectos o diseñadores y que cada uno siga su sueño, con la satisfacción de haber hecho algo bueno por personas que son como eran ellos unos años atrás.

Y por último hay otro grupo, para mi un grupo que hay que erradicar, que hay que eliminar del mundo de la enseñanza. Son aquellos que han estudiado una carrera y su sueño era encontrar un trabajo de lo suyo, donde ganaran mucho dinero y pudieran vivir a cuerpo de rey. Pero que, por circunstancias que desconocemos, ésto no ha podido suceder (¿tal vez no eran buenos en su especialidad? Puede ser). Entonces es cuando ven que una puerta se le abre y una voz proveniente de algún lugar dice "enseñanza, enseñanza, enseñanza..." Y la luz aparece. No tienen más remedio, odian a los niños, a los adolescentes, a la gente que tiene ansias de aprender y sueños por cumplir. Pero no tienen más remedio, y se meten en este mundo que muchos creen "fácil". Entonces empieza su pesadilla: niños que gritan, que necesitan atención, que no entienden, adolescentes en la edad del pavo, contestones, universitarios que quieren aprender... Y entonces pensarán "¿Y éstos van a sacar algo de mí? Yo no hago lo que me gusta, ni les voy a ayudar a que ellos lo consigan, ni me voy a esforzar en intentarlo". Vamos, la ley del mínimo esfuerzo. Se creen mejores porque son expertos en lo que sea y creen que los maestros o profesores no valen tanto como ellos y qué decir de los alumnos, auténticos demonios encarnados en pieles de estudiantes. Serán expertos en la materia, pero está claro que no en la enseñanza y mucho menos en la vida. Ésta es la gente popularmente conocida como "amargados", lo que vienen siendo profesores de pacotilla.  Por suerte o por desgracia, los alumnos tenemos que aguantar a esta gente inepta y prepotente, digo por suerte porque sí que nos enseñan algo: cómo no ser. Lo de por qué digo desgracia queda claro.

Dicho esto, sólo me queda por decir una última cosa. Gracias a esos MAESTROS que nos hacen crecer, a esos PROFESORES que nos ayudan a especializarnos, y gracias a esos profesores de pacotilla que nos enseñan en qué NO convertirnos. En este mundo tiene que haber de todo. 






Blanca PeGarri