martes, 7 de noviembre de 2023

Sobre los 30

Ha pasado un año y un día desde que cumplí 30. La cosa prometía; me encontré con un año lleno de vacío y vacío de nada. Cómo me gustan las montañas rusas, aunque jure cada vez que no subiré a una porque me dan vértigo.

Hago balance, como si estuviera frente al reloj en la Puerta del Sol, de lo bueno y lo malo. Cuánta angustia y cuánta euforia. Cuánto cambio ha habido. Aprendizaje. Parece que entrar en la treintena te acerque más a tu infancia que a tu madurez; me compré un libro de plantas sólo porque sabía que mi abuelo lo hubiese tenido y he puesto una foto de cuando mis abuelos eran novios en un marco bonito en mi salón y les saludo todos los días. Cómo me gusta amarrarme a mis raíces ahora. Luego no dejo de comprar plantas, porque siempre las acabo matando, pero no pierdo la esperanza de que seré capaz de mantener algo con vida (me sigue entusiasmando la ironía de la metáfora).

Y aunque los treinta me ponen delante a la niña y la tierra, las veo con ojos más sabios (mi yo de cincuenta se reirá cuando lea esto), por eso las veo y las siento cerca. Los treinta, no sé si por casualidades o por simbolismo, es un año de comienzos emocionales. También de finales, pero éstos siempre implican principios.

Qué año de locura. La cura ha sido aterrizar con los dos pies en el suelo teniendo la cabeza en un limbo de posibilidades a las que no sé llegar, que ya es mucho. Lo esperado hubiera sido salir con el corazón lleno de rasguños y arrastrando el plomo en los pies. Pero llego liviana, el corazón, con razón, algo tocado, pero entero. Y han pasado los 30 y aquí sigo, como la niña que no sabe a dónde tirar, si a dobles o a nadas, y como la mujer con el corazón en llamas y el grito de paz pintado en la frente.




1 comentario:

  1. Estoy agradecido por la claridad y simplicidad con la que te comunicas.

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