miércoles, 28 de mayo de 2014

Luchar por tus sueños.

La vida no es fácil. Pero eso no es una excusa para dejar de ser feliz, para dejar de luchar, para dejar de ser valiente.
Levantarte por las mañanas con ánimo de empezar un nuevo día y volver a casa con la sensación de que has sido feliz, no es fácil. Pero es increíblemente placentero.
No es fácil conseguir tu sueño, ni siquiera lo es perseguirlo. Pero eso tampoco es excusa para dejar de hacerlo. Ser feliz es el resultado.
Tampoco fue fácil para Hillary y Tenzing llegar a la cima del Everest. Requirió un gran esfuerzo y dedicación, cansancio y sacrificio. Sangre, sudor y lágrimas. Y ni si quera eso les paró: el resultado fue seguro el mejor, mejor aún de lo que hubieran imaginado.
La vida no es fácil. No es una película de Woody Allen, ni de Tim Burton, no podemos hacer magia como nos prometió J.K. Rowling, ni tampoco triunfar de un día para otro. No vas a despertarte un día y ser un triunfador. Lo que sí puedes es despertar un día y decirte a ti mismo: "Voy a tener éxito."
Tener éxito no significa ser famoso. Tener éxito en la vida quiere decir llegar a lo más alto de tus expectativas, buscar la felicidad y alcanzarla. Tal vez tu felicidad consista en cocinar, o en vender tus propias manualidades. O puede que sea dedicarte a tu familia, o a los demás, o escribir novela tras novela cautivando a ávidos lectores.
La clave está en la felicidad. Porque ése es el máxime de los sueños. Es la cumbre de tu Everest. Y has de conseguir saber qué te da felicidad y hacerlo. El primer paso es encontrar qué te hace feliz, qué quieres conseguir en la vida, cuál es tu objetivo primero. Cómo te gustaría verte. Y después luchar contra viento y marea para llegar a conseguirlo, no importan las cosas que sacrifiques por el camino. Son cosas. Una casa, un trabajo... sí, importantes, pero al fin y al cabo cosas que te pueden impedir llegar a ser realmente feliz.
Tú tienes algo que ofrecer. Tienes algo que te diferencia del resto. Algo que se puede convertir en la llave de tu sueño.
Y cuando ya has encontrado tu sueño y has luchado por él, simplemente ámalo.

Deja de quejarte. Deja de encomendarte a la suerte. No vuelvas a decir que no puedes. No lo hagas más... No. Todo, absolutamente todo, son excusas.
Si una persona lo consigue, sólo una, tú también puedes. Y si nadie lo ha conseguido aún, alguien tiene que ser el primero, porque siempre hay una primera vez.
Vida sólo hay una y es demasiado corta como para dudar, quejarse y construir muros, demasiado corta como para desperdiciarla no siendo total y absolutamente feliz.

La suerte es para los débiles. Fuerza y valentía: hay que ser valiente y luchar por tus sueños.

(Para las conclusiones de este post, me he basado en un vídeo de dulcineastudios, las cuales comparto y con las que me he sentido identificada).



Blanca PeGarri

jueves, 22 de mayo de 2014

Le Cirque Ambulant

La carpa ya estaba lista. Sus rayas rojas y blancas terminaban en el centro de la circunferencia, adornado por unos banderines ajados de color azul.
Una musiquilla circense, suave como salida de una caja de música, ambientaba el interior. Allí, entre bastidores, payasos, equilibristas y acróbatas se preparaban, vistiéndose con los viejos ropajes y pintando sus caras. 
Era la hora. Mikhe había aparecido en el centro del redondo escenario y ya presentaba la actuación del día, con tono jovial y una sonrisa que acompañaba en todo momento sus exagerados aspavientos:

¡Damas y caballeros, niños y niñas,
vengan, vengan todos a Le Circ Ambulant!
¡Dejen sus problemas en la puerta,
ya no los necesitarán!

Aplausos y vítores. Algunos despistados, atraídos por el jaleo, acudían para ocupar un asiento. Aún así, el público no era demasiado numeroso. Primero fue el turno de los payasos. Arrancaron decenas de carcajadas y caras sonrientes. Después, los acróbatas, consiguiendo expresiones de asombro y aplausos infinitos. Tras ellos, aparecieron las gimnastas y los equilibristas, todos ellos dibujando sonrisas en las caras de los espectadores. Mientras, el bueno de Mikhe animaba al público a participar, con esos ojos impregnados de locura. Tantos años viajando de un lugar a otro en ese carro, rodeado de gente tan loca como él, le habían pasado factura.
En el interior, y casi a punto de salir a mostrar su número, el ilusionista pensaba sentado, distante. Mikhe, tras presentar la siguiente actuación, entró y se sentó a su lado.

- ¿En qué nos hemos convertido, amigo? - preguntó taciturno el ilusionista. - Somos almas atadas a un carro con cuatro ruedas y unas telas viejas. Estamos atados a este mundo de locos. ¿Crees que vale la pena? ¿Cómo llegamos a esto?

- Sal y mira sus caras. Lo que para nosotros se ha convertido en prisión, es para ellos la libertad. Liberan sus problemas y preocupaciones. Míralos. Se están riendo. Esta gente nunca ríe, no son como nosotros. Se preocupan todo el tiempo por sus trabajos, sus casas, sus trajes y sus coches. Nuestro trabajo es nuestra casa, también lo es nuestro medio de transporte. Y nuestros trajes... ya ves, unos trapos de colores, más viejos que tú y yo. No tenemos de qué preocuparnos. Aquí ya no queda nadie cuerdo, la cordura la perdimos en cuanto decidimos emprender este viaje. Pero, ¡por supuesto que vale la pena! Míralos. Se están riendo. Son felices por una hora. Y es gratis. Nuestra locura regala sonrisas. Ya me oyes cada día: "¡Dejen sus problemas en la puerta, ya no los necesitarán!" Y es cierto. ¿Quién necesita problemas? Si fueran listos, se unirían a nosotros. Tenemos locura de sobra para repartir, sería una alegría poder hacerlo.
Ve preparándote, voy a presentar tu número. Hoy han venido más de veinte personas, deberíamos estar contentos. Fíjate, míralos. Se están riendo.

Y ambos se levantaron preparados, uno para presentar al ilusionista y el otro, para hacer feliz a esa gente cuerda.





Blanca PeGarri

martes, 13 de mayo de 2014

Pequeño ukelele amarillo mostaza

Tumbada sobre la hierba, de un verde intenso que brillaba bajo el sol cálido, punteaba distraída las cuerdas de su pequeño ukelele amarillo mostaza. Olía a primavera y por el cielo volaban pequeñas bolas blancas que caían de los chopos, queriendo imitar a la nieve. El sol bañaba su cara pecosa y lamía la piel de sus brazos desnudos.
Sonaba una melodía lenta pero alegre, mientras, con los ojos cerrados, tarareaba algo. Se sentía afortunada. Todo lo que la rodeaba parecía perfecto. El campo, el cielo, el silencio roto solamente por las cuerdas del pequeño ukelele amarillo mostaza. La vida. Era afortunada y era feliz.

Pensando en su vida y cómo había cambiado en los últimos tiempos se le dibujó una amplia sonrisa, sin poder contener una suave risita que se escapó volando entre sus dientes. Nunca habría imaginado que sería así, tampoco había soñado con sentirse de esa manera, ni si quiera con algo parecido. Se sentía tan feliz, tan llena de energía, con un futuro incierto pero apasionante, lleno de ilusiones y proyectos...
Una nube intrusa tapó el sol. Entonces pensó en el pasado y por un instante sintió melancolía. Su música dejó de sonar. ¿Qué habría pasado si...? ¿Cómo sería ahora su vida? ¿Le habría esperado algo mejor?Enseguida, la pequeña nube viajera continuó su camino y fue dando paso, de nuevo, al sol redondo y brillante.
Rió por lo bajo negando con la cabeza. Volvió a colocar sus finos dedos sobre las cuerdas del pequeño ukelele amarillo mostaza y tarareó en voz alta, mirando los ojos cerrados al sol de quien se tumbaba a su lado. No, nada habría sido mejor que ese momento. Y esta vez, más segura que nunca, supo que realmente era afortunada y feliz.


"But if I try to think of something better than this, Heaven comes down and reminds the luck we live"



Blanca PeGarri