He estado calculando las palabras
que aún me quedan por lanzar al mar.
Son tantas, que si las ato unas a otras
puedo llegar al océano
como quien escapa por una ventana.
Abro la boca e intento contarlas, una a una,
dos, tres…
pero en vez de mi eco
el mar sólo me devuelve su vaivén de olas
en su compás perfecto
y siento que se burla triste.
De mi garganta no sale nada
y todo se queda atado
en mi cabeza
en mi pecho apretando
y empiezan a formarse niebla en mis ojos
y nudos en mi lengua
que no me dejan lanzar nada
a ningún mar.
Y me quedo quieta, inerte,
viendo cómo las olas vienen y van,
cómo el mundo sigue su curso
y yo no,
yo estoy quieta
y todo sigue anudado
y quiero desnudarme,
desatarme
y gritar
y poder salir de este embrollo en el que yo sola me he metido
y que a veces, cuando no me apetece ser valiente,
llamo en voz baja, poco convincente,
hogar.
Blanca PeGarri