martes, 11 de octubre de 2011

oportunidades, pocas (¿o muchas?)

Hay momentos en la vida que no se repetirán jamás.

A veces, cuando nos encabezonamos con algo no vemos más allá, nos cerramos puertas y no dejamos que lo que ocurre a nuestro alrededor afecte a nuestro estado mental, sentimental, armonioso, como queráis llamarlo. Pero aunque nuestro reloj parece quieto, la vida continúa, el tiempo pasa, corre, vuela. Y nosotros, quietos, presos de un único objetivo.
Pero cuando ese objetivo se deja llevar también por el tiempo, ahí nos quedamos nosotros: en medio del camino, como un coche sin gasolina en mitad de una autopista. Nuestra impresionante moto se aleja sintiendo el aire, haciendo ruido y ahí estamos nosotros, viendo cómo se aleja, autoconvenciéndonos de que volverá de un momento a otro con carburante para hacernos correr a su lado. Pero cuando parece que va a volver, pasa, saluda con la mano, sonríe, y sigue su trayecto, y así cada vez, día tras día. Pero no nos hemos fijado, no hemos querido darnos cuenta de que puede ser que llegue un flamante BMW que nos ofrezca la gasolina de su depósito y sea él quien nos acompañe todo el camino, apoyándonos mutuamente en cada curva y en cada bache. Y no nos damos cuenta porque el ruido de esa moto, de la moto, es demasiado fuerte todavía, tanto que nos impide concentrarnos en nada más.
Pero pongamos atención, este nuevo compañero de travesías, este BMW negro y brillante es tan bonito... ¿por qué no nos hemos querido dar cuenta? Tal vez vale la pena bajar de nuestro viejo y desgastado coche y subir en él. Al fin y al cabo, un coche siempre es la mejor opción. O debería serlo...




Blanca PeGarri