jueves, 27 de octubre de 2016

La vida no está hecha para conformarnos

El otro día, alguien me preguntó si yo tenía altas expectativas en la vida en un tono más de afirmación que de pregunta. Mi respuesta, tras vacilar un segundo, fue directa: "Sí", a lo que siguió un "ya se nota" desganado, lastimero. Como si esperar grandes cosas en tu vida fuera algo malo, como si ser un soñador fuese una pérdida de tiempo. Esto me ha hecho reflexionar bastante durante unos días, dándole vueltas más al tono que a la dichosa preguntita en sí.
Sí, tengo altas expectativas en la vida y conmigo misma, con lo que me rodea, y sí, puede que sea una soñadora. Pero es que ¿cuál es el sentido de no hacerlo? Si ni siquiera tú, que te conoces mejor que nadie, esperas grandes cosas de ti mismo, nadie lo hará por ti. Si no sueñas con algo mejor la vida seguirá igual. Monótona. Aburrida. Fácil. 
No soy una persona conformista: no me basta con lo que ya he conseguido, quiero más, quiero llegar más lejos. Ni ser mejor que nadie (nunca he creído que nadie sea mejor, ni peor, que nadie), ni ser más importante, ni tener más dinero. Sólo llegar más lejos, tanto como mis pies y mi voluntad me permitan. Y cuando alcance una meta, que sea tan solo eso, una meta. Y que detrás de esa haya muchas más por alcanzar, porque si no, el día en que nuestra meta haya sido conquistada, ¿qué nos queda? No me conformo con ser igual al resto ni con tener un solo objetivo. Quiero más. Siempre quiero más porque siempre hay más. Y está todo ahí fuera, al alcance de quien quiera conseguirlo, al alcance de la mente que sueñe y luche por ello.


Así que la respuesta sigue siendo un rotundo SÍ. Y no me avergüenzo de no estar completamente contenta con lo que tengo (no confundir "contenta" con "feliz") y tener ganas de más, aunque eso me cueste ojeras, ansiedad y quebraderos de cabeza. Porque no estoy hecha para una vida tranquila y de hábitos fijos, eso me resulta aburrido, tedioso. Y para esas miradas de lástima de aquellos que se sienten completos con sus sosas y rutinarias vidas, que piensan que ¡ay!, pobre de mí por mear siempre tan alto, con perdón de la expresión, que cuántos chascos me debe de dar la vida, que qué lástima que alguien tan joven se estrese tanto por la incertidumbre de lo que habrá más allá de mis sueños y objetivos a corto plazo... Para esas miradas sólo tengo dos cosas que decir: la primera, que vuestra manera de vivir la vida es tan respetable como la de cualquiera (¿o es que acaso las personas, y sobre todo las mujeres, no se han visto obligadas sin saberlo por la sociedad y los caprichos de unos pocos a vivir conformándose toda la vida y convenciéndose de que es la mejor manera - discrepo, la más fácil - para ser feliz?). La segunda, es que a pesar de ser respetable, esa mirada lastimera os la devuelvo.

Porque quien no lucha, no gana. Aunque caigas mil veces, aunque la vida te dé tortazos por todos lados, aunque quieras rendirte mil veces. Porque al final del viaje y de un trayecto lleno tanto de baches como de paradas maravillosas, la felicidad, el sentimiento de plenitud y saber que has hecho algo de lo que enorgullecerte están ahí.

Así que respondo, esta vez de manera más esclarecedora, a la persona a la que me hizo esa pregunta:
Sí, soy una persona con altas expectativas en la vida. 
Sí, espero y busco muchas cosas.
Sí, soy una soñadora.
Sí, soy una luchadora.
Sí, soy una inconformista.
Sí, mi vida es la leche, gilipollas una aventura preciosa, amigo.


Blanca PeGarri