Un zumbido la despistó de su repentino e irreal sueño y se incorporó. Un abejorro revoloteaba alrededor de un madroño de hojas verde botella y frutos rojos amarillentos. Se acercó volando y rozó suavemente el agua creando unas ondas perfectas que flotaban provocando un leve e imperceptible susurro y enseguida se alejó dejando ante los ojos de ella las montañas, llenas del verde de los árboles y el azul del cielo. Se ruborizó ante la exquisitez de las vistas y, dando una última bocanada de ese aire caliente, se despidió del verano recordando sus tantos días de infancia feliz jugando justo ahí, donde ella se tumbaba a pensar ahora.
Heridas en las rodillas, piedras, bicicletas, bichos, barro, ramas. Verano. |
Blanca PeGarri