sábado, 24 de octubre de 2020

Nos estamos perdiendo la vida

Este verano, casi al final, me hice una foto para subirla a las redes. Me había comido un polo de horchata justo antes y estaba muy feliz. Tuve que hacerlo rápido, eso sí, porque se derretía por el calor. 

Pasó lo mismo con el verano, que casi sin darme cuenta se había derretido también y se me había escurrido por las manos, dejándolas un poco pegajosas de agua, de sol, de hierba, de melocotones, de mar y de cervezas con amigos.


Eso del tiempo es relativo: a veces, la vida parece que pasa muy rápido y sus momentos (que al final es lo que es la vida) se derriten delante de nuestros ojos cuando ya es tarde para disfrutarlos y sólo queda ese recuerdo pegajoso de polo de horchata de "ojalá hubiese durado más para haberlo podido saborear al máximo"; en realidad es una forma de excusarnos a nosotros mismos por lo absurdo de la estupidez humana.

Los momentos duran lo que tienen que durar porque, como todo en esta vida y por mucho que nos pese a las personas, que a veces nos creemos inmortales, no son eternos, y nos los perdemos pensando en cosas que no existen todavía. Nos estamos perdiendo la vida. 

Coge tu polo, elige el sabor que tú quieras, el que más te apetezca ahora, y disfrútalo, porque te adelanto que se va a acabar deshaciendo en tus propias manos si no lo haces. Y eso sí que sería absurdo.


Blanca PeGarri

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