miércoles, 1 de mayo de 2013

Loca subconsciencia

Se despertó confusa y extrañamente aliviada. ¿De verdad había soñado eso? ¿Otra vez? ¿Esos sueños perturbadores y dudosos habían vuelto de nuevo? Por una parte, se sentía feliz por haber despertado ese fantasma que dormitaba en su subconsciente. Pero por otra parte... ¿seguía ahí? ¿Por qué? Verdaderamente no sabía con exactitud qué era lo que había soñado. Había tantas imágenes, tantas palabras, tantas sensaciones...

No sabía siquiera su identidad. Sólo podía recordar el abrazo a través de su espalda, el sentimiento de alivio tan reconfortante que sentía al abrazar ese cuerpo y esa rara felicidad atada a la atracción. La duda recorría su médula. ¿Por qué invadía su tranquilidad? No quería que se marchara, pero la razón le pedía a gritos que le dijera lo contrario:
Le quiero, ¿por qué vienes a molestar?
Esas palabras no paraban de salir de su boca, inconsciente y muerta, que sonaban repetitivas e insistentes en el oído de él.
Y ahí estaba, el abrazo eterno, tierno como un beso a un niño, profundo como el añil que tiñe la noche.

Se levantó de la cama torpemente, un poco mareada y con el pie enganchado en el revoltijo de las sábanas. Cuando consiguió tener los dos pies en el suelo se acercó a la estantería y alcanzó la libreta donde anotaba cada uno de sus pensamientos, ideas y borrones. Escribió: Tú y sólo tú. Tal vez para volver a la realidad, tal vez para afianzar su realidad. Volvió a tumbarse en la cama e intentó conciliar el sueño de nuevo, a sabiendas de que nunca lograría zafarse de ese sentimiento secundario y escondido, que volvía a dormir tranquilo y manso en el fondo de su loco subconsciente.





Blanca PeGarri

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