jueves, 23 de mayo de 2013

Infinitamente eterno, siempre.

Lo fantástico era poder ver todo aquello. Playa de arena blanca y fina, las olas espumosas besando a la orilla, la luna empezando a menguar y la brisa rozando sus mejillas. A lo lejos, calles llenas de gente y música, inconscientes de lo maravilloso que era aquel momento. Las huellas dibujaban un camino tras ellos mientras el vaivén del agua las intentaba borrar. Estaba tibia. Detrás del dedo gordo del pie, fueron los tobillos y más tarde las rodillas que se alargaron hasta las ingles. Lentamente, el agua fue cubriéndolo todo hasta llegar a la cintura de él y un poco más arriba de la de ella. Se abrazaron. Un abrazo intenso, largo, sentimental y cariñoso. La cara de ella se alzó encontrándose con los ojos de él. Esos ojos. Y sus labios se buscaron mutuamente hasta rozarse primero y derretirse después.

Las olas, juguetonas e impertinentes, los separaban y los juntaban, convirtiendo así el beso en un poderoso caos. Una risilla salió de la boca de ella, quien pudo notar cómo la boca de él se torcía en una mueca también risueña. Separaron sus labios mojados, se miraron con complicidad, como si con una mirada pudieran decírselo todo, y se fundieron en un abrazo infinito.
Y ese momento para ambos es eterno.







Blanca PeGarri

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