La situación es la siguiente: ventana cerrada, escritorio lleno de papeles y una bolsa, silla con ropa colgada, colchón en el suelo con más ropa amontonada, un bolso y unos cojines, maleta en el suelo, abierta y para hacer, mesita de noche con cremas, una bolsa de palomitas, llaves, horquillas, plato con servilleta, cuatro onzas de chocolate, llaves, anillo, botella de agua y 10 euros, calcetines sucios y zapatillas de ir por casa en el suelo, cama deshecha, un periódico por encima y con ella dentro, que tiene el ordenador sobre sus piernas y el móvil al lado.
Cree que tiene que recoger todo ese desorden. Se va dentro de 3 horas y media y ahí está, tan tranquila. Pero hay algo que puede con ella, más fuerte que la voluntad de irse: tal vez sea el sueño, el cansancio, o simplemente que echa de menos a alguien.
"Al fin y al cabo, esté aquí o allí, seguiré echando de menos", se dice. Tiene razón.
Manos a la obra.
Blanca PeGarri
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