Me siento por detrás de todos
en todos los sentidos.
Me siento encerrada y anclada
a una jaula sin barrotes con grilletes invisibles.
Quiero despegar
pero mis pies están llenos de pegamento,
quisiera llegar
pero camino y no avanzo.
Estoy exhausta,
no paro
y sigo en el mismo lugar
con la misma calderilla en los bolsillos
(incapaz de pagar un estudio de 30 metros cuadrados al que llaman piso con encanto
con la taza del váter junto a la cama de cuerpo y medio
y la cocina de cabecera),
con la misma soledad en el alma y en mis brazos.
Estoy cansada
de no parar
y seguir en el mismo jodido sitio,
de ansiedad, de lágrimas, de frustración,
de sonreír cuando me dicen "ya te llegará"
con una palmadita en el hombro
sabiendo que no les importa porque no conocen el sentimiento de sentirse un fraude, un fracaso,
no me conocen,
y no llega
y mientras tanto los veo felices
con sus vidas plenas
con esa estabilidad que yo jamás había buscado.
Pero mira, he desarrollado una pasión especial por no morir de hambre
y por que alguien me haga un masaje en los pies de vez en cuando.
Blanca PeGarri
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