jueves, 5 de marzo de 2015

SIN BUENAS NOCHES NO HAY NOCHES BUENAS

No podía dormir. Miraba el reloj de su mesilla de noche y las manecillas avanzaban cada vez más lentamente, sin que pudiera conciliar el sueño. No era su primera noche en vela, ni sería la última. Ni las infusiones relajantes ni las pastillas le servían ya para descansar, mucho menos para soñar (a no ser que fueran sueños de los que se convierten en tormentos. Entonces, su imaginación parecía no tener límite).

Las sábanas se habían convertido en su abrazo, la almohada en su confidente y el tic tac del reloj en un chivato que se burlaba de ella, recordándole que no, que no dormía, que al día siguiente las ojeras dibujarían de malva el contorno de sus ojos cansados, que el tiempo pasaba y, con él, sus fuerzas.

Y en su desvelo, miró la agenda que estaba sobre la mesita y un corazón dibujado en el día siete la abatió. Acarició con la yema de sus dedos ese corazón de tinta azul; hacía tanto que nadie acariciaba el suyo... 


Es la única vida que podemos compartir...


Impotencia.

Entonces comprendió que su falta, el vacío, la pena y los desvelos eran lo único que la mantenían unida a él. Que las lágrimas que humedecían su almohada tenían su esencia. Que incluso esos sueños que la atormentaban eran la única manera de sentirle cerca. Y comprendió que su olor, sus abrazos y su voz eran lo que más necesitaba en el mundo, y que sin ellos nunca conseguiría dormir, que la vida, era vida a secas.

Porque, al fin y al cabo, sin sus buenas noches no había noches buenas.


























It's what you do to me...





Blanca PeGarri.


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