Tan poco elegante, tan despeinado y con esa media sonrisa de cara dura como de costumbre. Así le gustaba a ella. Nada de trajes de chaqueta, nada de pelos engominados, nada de sonrisas prometedoras y mentirosas, nada de besos de Judas.
Esa noche harían el amor salvajemente. Tal vez en el parque.
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