La última vez
Estoy sentada a la sombra en una silla de la casa del campo. Tengo un libro entre manos y, mientras leo, oigo a las cigarras cantar en una inequívoca señal de que aún hace calor, aunque no es sofocante: el calendario ya se ha comido la mitad de septiembre, pero me sigue apeteciendo enfundarme el bañador de rayas rojas y dejar que el aire del campo me envuelva. Veo algunos olivos y un par de libélulas rojizas sobrevuelan el agua de la piscina, que refleja en formas desiguales las copas de los árboles. Una suave brisilla cálida acaricia mis brazos y mis mejillas y me trae el olor de la tierra y pienso en que si pudiera detener el tiempo, este sería un momento perfecto. Los sonidos, los olores, la sensación de verano eterno. Todo me hace querer presionar el botón de pausa y quedarme a vivir en este momento. ¿Tengo ese poder? Cierro los ojos, aprieto los párpados, la luz que los atraviesa se oscurece. Los abro, deslumbrada, y veo pasar una mariposa blanca y pequeña. Qué pocas mariposas se ...