Leer por leer

¿Desde cuándo la lectura se ha convertido en una competición, con los demás o con uno mismo? Desde cuándo, me pregunto, se ha puesto de moda leer para acumular un número de libros y no por placer. 

En ocasiones, intoxicada por la voracidad de las redes sociales, me he sorprendido a mí misma ansiosa por terminar un libro para empezar otro sin centrarme en cuánto lo estaba disfrutando. O si lo estaba disfrutando siquiera. Y no me reconocía. Entonces echaba el freno de mano, respiraba y me recordaba por qué leo desde que tengo cuatro o cinco años: la paz, la evasión, las conversaciones internas. Y me recordaba que el tiempo que me queda al día (o a veces a la semana) para leer, quiero que sea así, sanador, y no una carrera contra la pantalla de unos cuantos que leen por otras razones, válidas, seguro, pero no para mí. A mí me gusta recrearme en el hedonismo de la lectura.

Entiendo las comunidades de lectores como entornos seguros. Agradezco a quienes comparten sus opiniones, sus gustos y divulgan sus descubrimientos. Pero de repente, y contra todo pronóstico (porque siempre nos he visto a los lectores un tanto raritos y muy metidos en nuestro mundo, a quién queremos engañar), me encuentro con algunos que se miden entre ellos en el número de libros leídos, como si eso le convirtiese a uno en una suerte de deidad del papel impreso. 

@pepitalibros_95.Lectora, 47 libros en 2024. Reto 2025: 60 libros.

Gracias, pepitalibros_95, por esa información irrelevante. Yo me he leído 15 este año, encantada (de leerlos). 

No dudo de que no sean verdaderos devoradores de páginas; a veces envidio su tenacidad, sobre todo cuando estoy bloqueada y no consigo concentrarme ni en la etiqueta del champú. Pero ¿te hace más lector haberte comido cincuenta libros a la carrera? ¿No te genera ansiedad tener que cumplir con un reto, aumentar tus lecturas con respecto al año anterior o superar al bookstagrammer de la competencia (¿eso existe?)? Y alguno dirá: "como el que quiere superar su marca personal en el gimnasio." Sí, bueno, pero no estoy hablando del gimnasio. En el deporte siempre ha habido competencia. En los libros, en cambio, lo que siempre ha habido es introspección.

Lo curioso, es que verdaderas ratas de biblioteca, como mi padre o mi madre, algunos amigos libreros o algunos amigos a secas, no saben ni lo que han leído, o sí lo saben y comparten sus conclusiones por pura generosidad. Mantienen la esencia del lector: leer por leer. 

Y ese leer por leer es el que vertebra mis dedos cada vez que tocan la encuadernación de un libro. ¿Acaso nací en la década equivocada? A veces lo pienso, con la música, el periodismo, la política, las fotos, y lo analógico en general. Pero esa es otra historia. Así que con el orgullo de mis quince libritos disfrutados —que apunto porque me gusta saber qué he leído y qué me ha parecido (tengo una memoria traicionera)— termino de escribir para poder adentrarme en mi primera lectura del año, que no estaba en mi lista, sino que lo encontré en una estantería, lo abrí porque me gustó el título y continué porque me gustó la primera página. Y ya está.


Blanca PeGarri 

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