Me he convertido en una señora
Hoy me he levantando temprano (o más temprano de lo que me gustaría levantarme un sábado) y, antes incluso de desayunar, ya había arreglado la casa y puesto una lavadora con las sábanas. Es día de mercado, así que ante la evidente escasez de mi nevera, me he puesto unos vaqueos blancos, una camisa de rayas azules y flores bordadas, he cogido mis bolsas de tela, y he salido a la calle mientras me cruzaba un bolsito beige por los hombros. Ya había gente, así que he acudido a mi puesto habitual, el de Manolo. Sé que se llama Manolo porque todo el mundo le saluda por su nombre, aunque yo le conozco por Y-qué-más , que es su muletilla cada vez que le pides un cuarto de kilo de lo que sea. ¿Que por qué empecé a ir a él y no a otro? Como toda chica independizada de treinta años que no sabe distinguir cuándo las judías verdes están bien de precio y cuándo por las nubes, mi primer día de mercado en el barrio me dejé guiar los la marabunta de señoras que se agolpaban alrededor de las cajas de fr...