Síndrome posvacacional
Hoy he vuelto a trabajar después de 10 maravillosos días de vacaciones. Y no digo maravillosos porque me haya ido de viaje por el Sur de Italia o me haya escapado al medio de la nada cual ermitaña sin conexión a internet para poder reconectar con la naturaleza y con mi cuerpo comiendo kéfir, bebiendo té matcha y haciendo yoga, o haya hecho nada excepcional, si entendemos como excepcional cualquier cosa que no sea no poner el despertador, comer fuera de casa más veces de lo habitual o beber cerveza independientemente de si es un martes o un viernes. Y hoy tengo síndrome posvacacional o, lo que es lo mismo, un recordatorio macabro de que, en realidad, no quiero ir a trabajar -no es que no me guste, es que me gustaría más no tener que hacerlo- y que lo que quiero es poder dejar de escuchar el sonido horrible del despertador (horrible aunque sean trinos de pajaritos porque resulta que cuando miro por la ventana no hay un árbol con gorriones sino un patio de luces con ropa tendida), comer c...