Tren
Hoy iba en el tren leyendo mi propio libro. Ya lo estaba leyendo mientras esperaba el trasbordo y al elegir un asiento rodeado de otros vacíos en mi afán por perseguir la soledad, el chico que estaba detrás de mí en el andén se ha sentado enfrente. Yo he seguido leyendo, intentando reconocerme en esas páginas llenas de versos y palabras que me sonaban viejos, casi ajenos. He sentido cariño por esa Blanca tan niña y de alma vetusta, y cierto orgullo por estar -literalmente- en el siguiente tren. Me absorbían mis propias palabras, aunque me sonasen raras, y la música que golpeaba tal vez con demasiada fuerza mis tímpanos. La música, siempre. Fuera de mi burbuja, como si de una dimensión lejana se tratara, sonaba una voz. El chico de enfrente me estaba mirando y movía la boca. Me he despertado de mi ensimismamiento y me he quitado los auriculares dejando a Santi Balmes y a Enrique Bunbury en un segundo plano sin dejar de sonar. Perdona, ¿qué? Sigo igual de empanada que siempre,...